sábado, 10 de noviembre de 2007

Cada cual tendrá su punto de vista

Cada cual tendrá su punto de vista sobre el grado de exactitud que corresponda a la frase "en ella (en la Antigüedad) las mujeres eran seres particularmente despreciables".

No obstante es innegable que el papel y los derechos de la mujer, la mirada sobre ella durante la mayor porción de la historia de la humanidad, no ha estado en un marco de igualdad con el hombre, sino más bien en un segundo plano o menor.

Y en el Antiguo Testamento, y a modo de ejemplo, podemos leer un pasaje de los conocidos Diez Mandamientos que parecería mostrarnos esta tendencia a dar un segundo plano a la mujer.

Transcribo Éxodo 20:17 (20:14 en las Biblias Hebreas): "No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás su mujer, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca".

Nótese que allí se ordena no codiciar, más exactamente "no querer apropiarse" de las pertenencias, de aquellas "cosas" que son propiedad del otro, siendo ese otro un hombre.

Obsérvese que entre: la casa, los esclavos, el buey, el asno, y cualquier otra "cosa", "pertenencia" de otro hombre, se incluye a la mujer.

No es para alarmarse. No hay que poner el grito en el cielo porque uno de los mandamientos incluya esta forma de clasificación donde la mujer forma parte del inventario de un hombre.

Ha sido así, como fue dicho, como Foucault tácitamente reconoce, a lo largo de la historia, en todas las culturas, por siglos y siglos. Cualquier historiador, cualquier lector entusiasta de la historia, puede reconocerlo. Ni que decir lo que puedan pensar al respecto los integrantes de algún movimiento feminista.

Pues bien, esta circunstancia, esta forma de ver, es la que inclina al escritor de Éxodo a centrarse en el hombre, el líder, Moisés.

Pero, volviendo a nuestro tema, esta cuestión del tratamiento peculiar que la mujer llamada María, madre de Jesús recibe, no se acota en la comparación precedente Moisés y Jesús. Tampoco quiere la cita de ese ejemplo, implicar algún grado de desvalorización sobre el inmenso valor que la figura de Moisés representa y que de ningún modo es tema de discusión.

En otros términos: no debemos pasar por alto que el esmero puesto de manifiesto por los escritores de los evangelios para exaltar con cuidado y equilibrio la figura de la Virgen María, no es materia común al relato de otros nacimientos de líderes, de otras historias de personajes trascendentes, reales o no. Y pasaré a otro ejemplo.

Si tomáramos el texto del Budacarita sobre el nacimiento del fundador del budismo, Sidarta Gautama, observaremos que su madre, Maya, es nombrada pocas veces, sí con respeto por su misión (traer a Buda al mundo), pero rápidamente sale de escena, muere y es reemplazada en el cuidado del niño por su hermana. Pero tampoco ella jugará un rol, será sólo una mención más. De inmediato se inicia la historia sobre la infancia, desarrollo espiritual y mensaje de Buda.

Como vemos el escritor del Budacarita (se presume que fue un tal Asvagosha) se centra en el hombre, en el líder de esta historia, Buda.

También son escasos los datos sobre Amina, la madre de Mahoma, fundador de islamismo, la que habría muerto siendo él muy pequeño.

Sin embargo, es de destacar que en el Corán se menciona en más de una oportunidad a María.

Nada se sabe respecto de la madre de Lao Tse o de Gilgamesh.

Tal cómo indirecta y brevemente señala Foucault en su texto y como hemos visto mediante algunos pasajes de los evangelios, éstos presentan un tratamiento hacia María que es infrecuente para su época.

Y esto es así no sólo sobre la madre de Jesús. También se observa en las citas a otras mujeres: Marta (Jn 11:5), la prostituta de Juan 8, Juana y Susana (Lc 8:11), Isabel (Lc 1:57,58), Salomé (Mc 16:1) y especialmente María Magdalena.

Agreguemos también que esta actitud no se acota en los Evangelios.

En los Hechos de los Apóstoles y las diversas Epístolas que integran el llamado Nuevo Testamento, hay aportes que reflejan una consideración positiva hacia el papel de la mujer en la comunidad.

Son muchos y variados los ejemplos que se pudieran citar pero siendo mi propósito incentivar la investigación y reflexión sobre lo expuesto, me parece propicio recomendar la lectura de un excelente material que encontré en Internet. Se trata de un ensayo titulado "La mujer en el cristianismo primitivo", de Rafael AGUIRRE (www.mercaba.org/FICHAS/H-M/724.htm).

Ojalá que este deseo mío se cumpla y sirva para evaluar si este respeto, si este marco de, al menos, mediana igualdad entre hombres y mujeres que se trasluce en algunos pasajes de los Evangelios, en Los Hechos y en varias citas del apóstol Pablo aún se encuentra vigente, o si necesita ser revitalizado, si es menester que trabajemos diariamente para que mujeres y hombres estemos unidos en un plano de igualdad, integrados a la construcción de un planeta Tierra digno de nuestros niños.




Daniel Adrián Madeiro

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